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viernes, 26 de agosto de 2022

LOS MAYORES 8: Su lugar en la sociedad actual

 


LOS MAYORES 8: Su lugar en la sociedad actual

 

 

Entendiendo el contexto

La población de los viejos –sin eufemismos, del tipo tercera edad, etc. – en principio es un tema que interesa a todos, a los que ya lo son y  a los que todavía les faltan  muchos años para llegar.  Bien es cierto que este interés es muy variado y son muy variopintos los motivos que conducen al mismo. Un ejemplo paradigmático es el de las pensiones, que como todos sabemos,  se las ganaron los viejos, a los que llamamos pensionistas,  como derecho,  después de cumplir sus deberes: cotizando durante años y años - muchos más de cuarenta-  un importe determinado, dando como resultados final un importe a cobrar de pensión en función de los años cotizados y del importe mensual aportado. Es justamente esto lo que determina que unos cobren más y otros cobren menos de pensión.En las sociedades civilizadas, los derechos se apoyan en la columna de los deberes; nada que no esté equilibrado con un deber previo, puede declararse como un derecho.

 

Nada más lejos de mi ánimo que caer en una visión pesimista del envejecimiento. También es cierto, que tampoco me gusta el que en su día llamé el ‘optimismo de pandereta’. Si eres lector de este blog,  tienes muy claro los beneficios del optimismo funcional, y los graves perjuicios del optimismo bobalicón, extravagante, de pandereta, sin sentido,  de los  que creen que  este mundo es una jauja que según define  la RAE  “Lugar o situación imaginarios donde reina la prosperidad y la abundancia.” Parece que vienen tiempos que nos demostrarán que no lo es, por mucha imaginación que se le eche al asunto.

Tenemos el reto de enseñar a nuestros hijos y nietos cómo se vive una vejez activa  y gratificante, para que cuando ellos lleguen a la misma, la afronten con una sana autoestima e impidan que los agrupen en un “almacén de viejos” haciéndoles creer que son decrépitos e inservibles.

                                 LOS MAYORES 7: ¿Cómo nos llevamos con el que somos?

https://neuroforma.blogspot.com/2022/08/los-mayores-7-como-nos-llevamos-con-el.html



 

Desarrollo del artículo

 

“Hacia finales de año, tuve que renovar el DNI y me dieron uno que caducaba en el año 9999. Cuando hice indagaciones, porque creí que se trataba de un error, me dijeron que una vez cumplidos los setenta te dan un carné para el resto de la vida. Salí de la comisaría, pues, con una tarjeta que certificaba mi identidad para siempre, que venía a  ser lo mismo que certificarla para nunca. Significaba que el Estado me daba por amortizado, por muerto.”   Juan José Millás[1]


 

La psicología nos dice que todos tenemos una Identidad Personal, es decir, una serie de rasgos y características propias de cada persona. También,  todos tenemos una Identidad Social, la cual nos define en función de los grupos a los que pertenecemos. Para la sociología  es la identidad la que nos lleva a la comprensión de quienes somos y quienes son los demás y, también,  a la comprensión que los otros tienen de sí mismos y de los demás individuos, incluidos nosotros. 

La sociología también nos ubica en una determinada Generación: “conjunto de personas que, por haber nacido en el mismo período histórico, recibieron estímulos culturales y sociales similares y, por lo tanto, comparten gustos, comportamientos e intereses”. Las experiencias que han vivido al moverse en contextos similares desde el punto de vista personal, social, e histórico, les ha llevado a adoptar un estilo de vida y  unos comportamientos similares. El contexto histórico y sociocultural que han vivido le otorga a cada generación unas características propias.

                   LOS MAYORES 3.REFLEXIONES SOBRE LA EDAD                       

    https://neuroforma.blogspot.com/2018/03/los-mayores-3.html

Un buen ejemplo es la Baby boomer. Los múltiples y variados relatos apocalípticos, con los que múltiples y variados actores e instituciones están, permanentemente,  acosando a los pensionistas,  señalan  como culpables a la Generación del Baby boomer

LOS MAYORES 2. LA PESADILLA DE LAS PENSIONES

https://neuroforma.blogspot.com/2018/03/la-pesadilla-de-las-pensiones-opiniones.html

Hay una considerable relación entre la Identidad social y la Autoestima, ya que esta depende mucho de la valoración de las personas que nos rodean; nos miramos a nosotros en el espejo de la cara de los demás y en función de lo que percibimos referido a  señales de afecto o rechazo, así nos sube o baja la autoestima. La autoestima tiene que ver con cómo las personas se sienten a sí mismas. El cómo se sientan, bien o mal, condicionará en buena medida su comportamiento. 



El hecho de pertenecer a un grupo da lugar a que los demás nos perciban de una manera determinada y a un trato diferenciado por parte de estos. La percepción que tenemos de los grupos a los que no pertenecemos, y que es la que origina este trato diferenciado, la sustentamos, en muchas ocasiones,  en prejuicios y estereotipos que nos llevan a tratarlos de forma discriminatoria. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el edadismo se refiere a la forma de pensar (estereotipos), sentir (prejuicios) y actuar (discriminación) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad.

Dedicaremos  un artículo al edadismo el cual  está muy extendido en toda la población del planeta tierra - desarrollaremos varios y dramáticos casos que se dieron recientemente-  y condiciona mucho el que los mayores puedan  vivir una vejez activa  y gratificante. 

  

Subir y bajar 

"La vida va descendiendo imperceptiblemente a modo de rampa; pero al llegar  la vejez la figura es una escalera: cada año es un escalón que se hunde bruscamente. No es que en la vejez los años cuenten más sino que cuando los años cuentas más – cuando se desciende en escalera y no en rampa- es señal de que se ha entrado en la vejez.”      Alejandro Nieto[2] 

                                                                                         

Tengo que confesar que me encuentro ante un peliagudo dilema. Por un lado, declaro en  el primer artículo de esta  segunda tanda –Mayores 7- que nada más lejos de mi ánimo que caer en una visión pesimista del envejecimiento. Por otro lado escapo del optimismo de pandereta  y aspiro al optimismo funcional.

Para más inri sostengo que a determinada edad debemos buscar, sobre todo, la autenticidad, aparcando la hipocresía.  Por  si conjugar todo esto fuera poco, también sostengo que no me gustaría distorsionar la realidad a la hora de vivir la etapa de la ancianidad.


¿Cómo conjugar todo esto?

Empecé el artículo anterior con la  “enantiodromia” de Jung: una primera etapa de caminar hacia adelante con fortaleza, seguida de una segunda en la cual seguimos caminando hacia adelante pero ya no con fortaleza sino “que ya no denota un aumento, sino un decremento, en fortaleza.” 


¿Cómo la catalogarías tú, como optimista o cómo pesimista?

También hablo en el mismo artículo del juego de los opuestos - todo lo que es pasa a su contrario -  del filósofo presocrático Heráclito de Éfeso: “De vida nace muerte, de muerte vida, de juventud vejez, de vejez juventud, de vigilia sueño y de sueño vigilia, la corriente del engendrar y el perecer no se detiene nunca.” 

¿Cómo la catalogarías tú, como optimista o cómo pesimista?

Sea cual sea tu apreciación con respeto a la escala Pesimista – Optimista, a mi juicio ambas sintetizan bien la idea que muchas personas tienen acerca del ciclo vital de los humanos. Durante  el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte de una persona  tiene lugar un complejo proceso de desarrollo físico- cuerpo-, psicológico e intelectual- yo inmaterial, invisible e impalpable al que se le llama de muy diversas formas: yo, ego, conciencia, mente,  los creyentes: alma, espíritu, etc. -     que consta de etapas y rasgos bien definidos. En función de la etapa en que nos encontremos, percibimos muchas cosas de forma muy diferente. Así, por ejemplo,  todos cumplimos años, pero no todos lo percibimos lo mismo. La edad se mueve en dos mundos muy diferentes en los humanos: en el mundo inconsciente y en el mundo consciente. No nos preocupa ni nos acordamos apenas de ella cuando somos jóvenes. Lo que si es cierto, con carácter general, es que a partir de un determinado momento, que varía en función de cada cultura y persona, somos más conscientes de los años que cumplimos, de la edad que tenemos y de la rapidez con la que se esfuman los días. En una película, cuyo título no recuerdo, una madre decía a su hija: “Tu reloj biológico debe de ser digital, porque no oyes su tic tac”. Ya sabemos que el tiempo es el recurso más democrático y  valioso  que existe. Para todos,  la hora tiene 60 minutos y que cada minuto tiene 60 segundos. Pero, también sabemos, que llegados a determinada edad, el tiempo no corre para todos a la  misma velocidad, ni nos permite, tampoco, abordar las mismas metas y  proyectos.  

 Aporto, abajo,  una herramienta para los Pesioptimistas,  cuya filosofía de vida la fundamentan a partir de lo probable y lo improbable. 

 


 Al igual que en el anterior artículo, para escapar del dramatismo recurro de nuevo a mi admirado Manuel Vicent- todos los domingos comento su columna que publica en El País-. Recurro a la columna que publicó el 2022-02-13 y que tituló "Pasa la vida" y que  cumple, un domingo más,  con sus propias normas  - “Una columna de periódico debe ser el reloj de arena que filtre la memoria de ese deseo que el lector sentirá mañana.”-   y sintetiza de forma precisa,  a través de 367 palabras, nuestro transcurrir desde que nacenos hasta que nos vayamos definitivamente del planeta tierra.

Siempre nos quedará la certeza científica de que  nuestros átomos seguirán pululando por algún punto del universo. 

Entendiendo por "certeza científica"que lo propio del hombre es buscar la verdad, no poseerla. Por eso la ciencia llega a verdades no definitivas sino provisionales.  Tiene la capacidad,  y a su vez la humildad,  de sostener sobre algo lo siguiente: con los conocimientos científicos que tenemos al día de hoy, podemos sostener que esto es…  

 


COLUMNA

Pasa la vida

https://elpais.com/opinion/2022-02-13/pasa-la-vida.html

 

La infancia dura hasta los cuatro años, la niñez hasta los 12, la adolescencia hasta los 17, la juventud hasta los 35, la madurez hasta los 50. Desde la cumbre del medio siglo cuya subida suele ser muy abrupta e insegura, ya se divisa el valle con una senda de bajada, que se pierde en el horizonte. A esa edad los sueños juveniles o bien se han realizado o se han desvanecido. Llegado a estas alturas, la vida ya te ha mostrado sus cartas. Has venido a este mundo a mandar o a obedecer. Serás un vencedor o un derrotado. Antiguamente se vivía tan poco que a uno no le daba tiempo a cambiar de pareja, ni de ideología ni de carácter, por eso entonces las personas parecían ser todas de una sola pieza. En cambio, hoy a los 50 años se puede emprender una nueva vida que te permita seguir soñando. La gente se divorcia, tiene más hijos, la brega diaria continua, pero unos juegan bien los dados y otros se quedan para siempre al borde del camino. Durante la bajada por el valle la edad pasa por distintas fases. A los 60 años ya eres mayor de verdad, a los 75 empiezas a agradecer que te digan que pareces más joven, que el tiempo no pasa para ti. Por fortuna, a partir de los 80 ya no se cumplen años, solo se cumple salud o enfermedad. Se es viejo si uno se rinde y se entrega a la melancolía, a la cólera o al silencio. Hay viejos melancólicos que solo piensan en el pasado, viejos cabreados que se avergüenzan de sus antiguos ideales porque los confunden con la ruina de su rostro reflejada en el espejo, viejos que se sientan en la última vuelta del sendero con la mirada perdida y callan. En el valle que se divisaba desde la cumbre efímera de la juventud, en estos días de febrero están en flor los almendros. Su floración solo dura unos días, lo suficiente para recordar que a lo largo de la vida ha habido instantes de felicidad por los que ha merecido la pena vivirla.

¿Cómo la catalogarías tú: como optimista, cómo pesimista, o tal vez como realista? 


Quiero terminar con dos frases que me enviaron dos amigos después de haber  leído el anterior artículo:

“Vive como quieras y disfruta como puedas” Tocho

“Vive como puedas y disfruta lo mejor de lo que dispones” Sindo

 


 

Referencias Bibliográficas

[1] Millás, JJ y Arsuaga.: “La muerte contada por un sapiens  a un neandertal”, Penguín Random House Grupo Editorial., 2022, p. 28

[2] Nieto, A.: “El mundo visto a los 90 años”, Editorial Comares., 2022, p.3

miércoles, 14 de marzo de 2018

LOS MAYORES 3.REFLEXIONES SOBRE LA EDAD




REFLEXIONES SOBRE LA EDAD 




Introducción

Empiezo hoy una serie de artículos sobre las personas mayores. Lo hago movido por varios objetivos, entre los que se incluye el de conocer un poco más una población a la que todos aspiramos a llegar y vivir en ella el mayor número de años posibles,  con la mayor calidad que se pueda.
Saber cuál es nuestra situación actual, el punto de partida,  es el primer requisito para luego poder planificar y llegar a la situación deseada primero,  y a  la situación objetivo después, siempre y cuando nos pongamos manos a la obra. No hay que confundir deseos con objetivos.  A mi juicio no se puede vivir, en ningún periodo de la vida, sin metas, sin alguna esperanza.
Esta metodología que he practicado a lo largo de mi vida, y que me ha dado buenos resultados, no tengo por qué dejar de seguir utilizándola. Bien es cierto que es posible que requiera, en un momento determinado, algunos ajustes que iré practicando a medida que vaya acumulando experiencia sobre esta nueva realidad, y observando la retroalimentación que esta me vaya dando.   No me gustaría distorsionar la realidad que me tocará vivir cuando llegue a la etapa de la ancianidad (Ver Figura 1)  ni a través de la idealización ni  de la infravaloración. 
Una paradoja más,  de las que se nos dan a lo largo de nuestra existencia, es la de que siendo la última etapa de la vida, la de la ancianidad,  aquella que deberíamos preparar de forma más minuciosa, lo que realmente sucede es que apenas nos ocupamos de ella. La calidad de vida que tengamos cuando lleguemos a esa etapa va a depender, en mucha medida,  del tiempo que dediquemos a planificarla antes de llegar.
Llegar a ella en las mejores condiciones físicas, mentales y financieras que nos permitan disfrutarla al máximo, exige una preparación previa, como todo aquello que merece la pena en la vida. Mucho antes de que tenga lugar,  es necesario que vayamos acomodando nuestro estilo de vida a esa etapa final. No nos olvidemos de la importancia del aspecto financiero. No da la felicidad pero sí da tranquilidad, lo cual es importante a lo largo de toda la vida, pero, sobretodo, en esta etapa final debido, entre otras cosas,  a la mayor indefensión asociada a ella. Para vivir una jubilación digna y disfrutar de las ventajas que ofrece (hablaremos de ellas en otro artículo), es necesario disponer de determinados ingresos. 
Por eso está justificado la "revuelta" de los pensionistas ante el recorte tajante que le pretende meter este gobierno, revalorizándolas,  no en función del IPC, sino del 0,25%. Para ser conscientes de lo que supone semejante tijeretazo te invito a ver las tablas publicadas en este mismo blog, en el post titulado "La pesadilla de las pensiones"

Es el momento de pasar los deseos a  a objetivos. Mi situación deseada,  que empiezo a convertirla en situación objetivo,  es la de seguir practicando una vida activa que rompa con los estereotipos que muchas personas tienen sobre este colectivo y, por supuesto, seguir conservando los tres rasgos que más me caracterizan a lo largo de mi vida: la proactividad, el entusiasmo y el tercero, dicho en palabras de Einstein,  “lo importante es no perder jamás esta bendita curiosidad”.
Es una etapa que al igual que las anteriores está, o debería estar,  llena de posibilidades y desafíos,  aunque lógicamente, tanto las posibilidades como los desafíos,  son cualitativamente diferentes de los de las otras etapas. 

Comencé esta serie de LOS MAYORES,  incorporando a  este blog la semana pasa, un artículo titulado “La Pesadilla de las Pensiones”,  que escribí en el año 2014, y que fue publicado en diferentes medios. Lo hice porque a pesar de haber transcurrido 4 años está de plena actualidad.
También, dada su temática, pertenece a la misma serie, otro artículo que escribí hace más de 10 años,  y que incorporé a este mismo blog en el mes de julio de 2017, titulado “Las tres edades”

Tema de actualidad

La invisibilidad social de los mayores, de repente cambió de signo y pasó a ver la luz. Apartados del sistema productivo y condenados al ostracismo social por arte y magia de la incompetencia de los políticos de turno, que les llevó a encender el interruptor de las “sagradas pensiones”, hizo que los mayores  salieran de su letargo y pasasen a ser parte activa y visible en foros en los que son olímpicamente ignorados. Su presencia en las calles, en los medios de comunicación, en las tertulias televisivas, en las discusiones del bar, en las redes sociales, en las conversaciones familiares, forma  ya parte de la cotidianidad.

Pero, ¿quiénes son esos mayores que tanta guerra están dando? ¿Es consciente la sociedad de quiénes estamos hablando? ¿Tienen conciencia (capacidad de darse cuenta) ellos mismos de quienes son como colectivo?

Y a ti, sea cual sea tu edad, ¿te interesa el tema de los mayores?
¿Has pensado que, con un poco de suerte, y un mucho puesto de tú parte, llegarás a serlo tú también?


¿A quién nos referimos cuando hablamos de personas mayores?

La psicología nos dice que todos tenemos una Identidad Personal, es decir, una serie de rasgos y características propias de cada persona. También todos tenemos una Identidad Social, la cual nos define en función de los grupos a los que pertenecemos. Para la sociología  es la Identidad la que nos lleva a la comprensión de quienes somos y quienes son los demás y, también,  a la comprensión que los otros tienen de sí mismos y de los demás individuos, incluidos nosotros.

La sociología también nos ubica en una determinada Generación: “conjunto de personas que, por haber nacido en el mismo período histórico, recibieron estímulos culturales y sociales similares y, por lo tanto, comparten gustos, comportamientos e intereses”.

“Una generación no es sólo un puñado de hombres egregios, ni simplemente masa: es como un nuevo cuerpo social con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia, y, por así decirlo, el gozne sobre la que ésta ejecuta sus movimientos.” [1] (El destacado con negrita es mío)



En la Figura 1 quedamos perfectamente definidos con respecto a la edad y a la generación a la que pertenecemos cada uno. Aquí nos vamos a referir y a ocuparnos de los Mayores, es decir,   de las personas que componen la población de la Tercera  y Cuarta Edad.

Lo primero que tenemos que considerar es que no estamos hablando de un grupo homogéneo. No todas las personas envejecen de la misma forma. Cada persona, en función de una serie de variables y experiencias vitales que tuvo, se desarrolló de forma individual y distinta a cualquier otra.

Lo segundo a considerar es entender la ancianidad  como una etapa más del ciclo evolutivo. La última etapa de la vida de cualquier humano que haya llegado a ella, y que disciplinas tales como la geriatría y la gerontología se ocupan de que la vivamos con la mayor calidad de vida posible. También debería ocuparse de ella la política, los políticos,   no limitándose a verlos simplemente como un coste en su acepción de "cantidad de dinero que cuesta una cosa",  y la sociedad en general cambiando su percepción de "carga"  por la de valoración del patrimonio de experiencias y valores que tienen las personas mayores y lo que pueden aportar, gracias al mismo,  a la familia y  a la sociedad. 


¿Qué autoimagen tienes de ti mismo?
¿Cómo te ves y sientes  dentro de la población de personas mayores, si es que perteneces a ella?
¿Cómo te imaginas a ti mismo, si aún no formas parte de la misma, cuando llegues?

Los estereotipos de las personas mayores

El hecho de pertenecer a un grupo da lugar a que los demás nos perciban de una manera determinada y a un trato diferenciado por parte de estos. La percepción que tenemos de los grupos a los que no pertenecemos, y que es la que origina este trato diferenciado, la sustentamos, en muchas ocasiones,  en prejuicios y estereotipos que nos llevan a tratarlos de forma discriminatoria.

Hay una considerable relación entre la identidad social y la autoestima, ya que esta depende mucho de la valoración de las personas que nos rodean: nos miramos a nosotros en el espejo de la cara de los demás y en función de lo que percibimos de señales de afecto o rechazo, así nos sube o baja la autoestima. La autoestima tiene que ver con cómo las personas se sienten a sí mismas. El cómo se sienta, bien o mal, condicionará en buena medida su comportamiento.
Recojo el siguiente párrafo pues me parece interesante para situar la autoestima en un contexto práctico y comprensible:

 "El rostro que el agua nos devuelve no es el mismo para nuestros ojos que para los demás. Has de ver tu imagen con tus ojos y con los de ellos y usar la faz que más te convenga. Las personas se interpretan en tres estados: el estar, el ser y el permanecer. El ser se vincula a uno mismo y es la imagen que uno mismo percibe; el estar  es la imagen que a uno mismo le llega del entorno, es el reflejo visto por los demás; el permanecer es retrato de las obras que uno hace a lo largo de la vida y es la historia la que se encarga de juzgarlo en forma de recuerdo o de olvido. Cada quien ha de esforzarse para mejorar los tres iconos de la vida y a ti, mi buen discípulo, te falta el estar".[2]

Hay toda una parafernalia de términos que se utilizan para referirse a una persona mayor. Tal vez los más utilizados son los términos de adultos mayores,  mayor, anciano, abuelo y jubilado. Últimamente destaca el de PENSIONISTA.  Hay  personas que les parece denigrantes muchas de las palabras empleadas para referirse a los mayores lo cual trajo, como consecuencia,  que apareciera el nombre de “Tercera Edad” con el que se pretendía eliminar todo tipo  connotación  negativa. Lo cierto es que muchas personas lo consideran como un eufemismo.  
Ver: https://neuroforma.blogspot.com.es/2017/01/la-corrosion-lenguaje-sinconciencia.html

 Hay toda una retahíla de (¿insultos?) añadidos que componen el estereotipo con que muchas personas perciben a los pertenecientes a la población de los mayores: carcamal, añejo,  senil, caduco, decrépito, vejestorio, carroza, nonagenario, octogenario, ochentón, chocho, matusalén, añoso, arcaico, asilado,  caduco, veterano, vetusto, envejecido, longevo, senil, setentón, vejestorio… Todos ellos  se refieren a personas que han llegado a una determinada edad cronológica.

Es una obligación de todos, pero sobre todo de los mayores,  el eliminar los estereotipos que producen desvalorización de la vejez.

Tenemos el reto de enseñar a nuestros hijos y nietos cómo se vive una vejez activa  y gratificante, para que cuando ellos lleguen a la misma, la afronten con una sana autoestima e impidan que los agrupen en un “almacén de viejos” decrépitos e inservibles.  

Todos sabemos que la mejor forma de educar y enseñar  es a través del propio ejemplo. Observando ellos, como sus mayores adoptan un estilo de vida determinado, por aprendizaje vicario u observacional, aprenden a como afrontarla ellos cuando lleguen allí.  


¿Percibes algún cambio significativo en el comportamiento de los demás hacia ti, desde que entraste a formar parte de la población de los mayores?


La gran paradoja

Otra de las paradojas, de las que se dan en nuestra sociedad actual,  afecta e implica de lleno a la población de los mayores. Consiste, dicha paradoja, en que  cada vez vivimos más años y, a su vez, cada vez tenemos menos hijos. Sube la esperanza de vida y baja la natalidad. Esta paradoja genera muchas consecuencias, entre las cuales se encuentra,  la de añadir una mayor incertidumbre a la población de los mayores.

 
Dos palabras, incertidumbres y mayores, que combinadas entre sí y asociadas, no facilitan la tan ansiada meta que  muchas personas se marcaron, planificaron y se ocuparon  para que se cumpliera,  cuando llegaran a la edad de jubilarse: vivir una vejez tranquila y sosegada, como premio final a una vida dura y competitiva entregada casi en exclusiva a un trabajo que, en la mayoría de casos no tuvo otro sentido e incentivo que la de “ganarse los garbanzos”.

Una minoría sí tuvo el privilegio de trabajar en algo que le gustaba, y a la vez que se ganaba los garbanzos (motivación extrínseca),  disfrutó con lo que hizo y experimentó el gozo de la motivación intrínseca. Otra minoría tuvo la sabiduría necesaria para encontrar un sentido a su trabajo y  experimentó la tan poderosa motivación transcendente, la cual se da cuando lo que uno hace origina beneficios para muchos. Un ejemplo paradigmático de esta última minoría es la Madre Teresa de Calcuta.

Entre las muchas cuestiones de las que se ocuparon los mayores antes de serlo, para garantizar la jubilación, (ya mencionamos antes lo importante que era prepararla),  fue la de cotizar para que cuando llegase la hora pudieran cobrar una pensión determinada en función de unas normas jurídicas establecidas, a través de las cuales  se regulaba, entre otras cuestiones,  la cuantía de la pensión a cobrar, en función, sobre todo,  de la cuantía  de las  cotizaciones que se  hubieran realizado y de los años cotizados.

Además se garantizaba su poder adquisitivo mediante una  actualización anual de las mismas a través del IPC.  

Todos confiamos en la seguridad jurídica: “Principio del derecho, universalmente reconocido, que se basa en la «certeza del derecho», tanto en el ámbito de su publicidad como en su aplicación, y que significa la seguridad de que se conoce, o puede conocerse, lo previsto como prohibido, ordenado o permitido por el poder público”. Romper la seguridad jurídica es de lo peor que puede hacer un gobierno.
Si en un país se rompe la seguridad jurídica deja de ser un país fiable. Si la rompe  con los más vulnerables,  nos encontramos ante un sadismo manifiesto. A sus habitantes no les quedará más opción que, antes o después, ¡echarse al monte!

¿A quien pretenden engañar?

Centrando el tema de las PENSIONES


Cuando en las tertulias televisivas se habla de las pensiones, más que llevarnos a entender bien el problema nos llevan a incrementar la confusión. Nos “ahogan” y avasallan con todo un exceso de información irrelevante que nos confunde y desvía nuestra atención sobre lo importante. Hay mucha “carroña informativa" que nos lleva a enzarzamos en bizantinas discusiones sobre anécdotas y a la práctica del onanismo mental. 
Si el problema se entiende mal, no podrá nunca tomarse una decisión correcta. La regla práctica para concretar un problema es hacerse y responderse a dos preguntas: 
1. ¿De qué se trata aquí en realidad?
La realidad de los pensionistas actuales es muy sencilla: recuperar la legalidad anterior (Índice de Revalorización de las Pensiones según el IPC) que se cambió de forma unilateral por este gobierno. 
2. ¿Qué pasará cuando los pensionistas resuelven el problema? 
Que revalorizarán las pensiones en función del IPC y estas no tendría pérdidas en su poder adquisitivo.
Lo demás es ignorar que envejecer supone incrementar la claridad mental,  y aún así pretenden, los políticos y  sus ecos, que los mayores se queden mirando el dedo cuando alguien señala la luna. 
Si definimos la confianza en alguien como “tener la certeza de que no tomará una decisión en contra tuya. 

¿Qué grado de confianza tienes en que los políticos respeten lo pactado con respecto a tu pensión y no tomen una decisión que te perjudique?

“Envejecer es como escalar una montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, y la vista más amplia y serena”. Ingmar Bergman


En los  próximos artículos abordaremos los siguientes apartados referidos a Los Mayores:
Ruptura generacional
La guerra generacional
No nos dejemos engañar: Concretando el problema
La perspectiva temporal

 

Bibliografía:

[1] Ortega y Gasset, J. (1961). El tema de nuestro tiempo. Madrid: Revista de Occidente
 [2]   Lamelas, J. La leyenda de las lágrimas doradas. Ediciones Atlantis, Madrid 2010.